el aluminio, nuestro enemigo desconocido
El aluminio fue un metal considerado atóxico e inofensivo hasta que, en 1962, se halló la primera asociación entre exposición crónica al aluminio y la encefalopatía. En 1969 se describieron fracturas en pacientes hemodializados. Allí comenzó a descubrirse que el aluminio es un metal capaz de interferir con una gran variedad de procesos celulares y metabólicos del sistema nervioso y de otros tejidos del organismo humano.
Tras ingresar al organismo, el aluminio interfiere con el "trabajo" de las células y les impide metabolizar adecuadamente elementos tan importantes como el calcio y el hierro, por ejemplo. Como el aluminio es extraño a la célula, interfiere con la función normal de ciertas proteínas implicadas en el metabolismo de estos elementos esenciales y produce entonces una alteración de los procesos celulares.
En otras palabras: en presencia del aluminio, el calcio se absorbe menos, lo que puede llevar a la fragilidad ósea (y a dificultades en el crecimiento, para los más pequeños), también se absorbe menos hierro, lo que posiblemente derive en una anemia, y menos fósforo, un constituyente esencial de huesos y dientes.
También existe la posibilidad de que el aluminio pueda tener alguna relación con el desarrollo de la enfermedad de Alzheimer, hasta ahora descartada por falta de evidencias, pero se ha vuelto a plantear seriamente con un trabajo publicado en una revista británica. El trabajo recoge los resultados de la autopsia de una mujer británica, fallecida con 58 años y que sufría una forma muy poco habitual de Alzheimer, con demencia progresiva muy rápida y desenlace fatal.
La autopsia realizada a la mujer reveló elevadas concentraciones de aluminio en todas las regiones del cerebro afectadas por esa variante de Alzheimer. Lo que llama la atención del caso es que fue una de las 20.000 personas afectadas por la contaminación accidental por aluminio en Camelford, Inglaterra, que fue en junio de 1988. El servicio de aguas de la localidad recibió una cisterna con 20 toneladas de sulfato de aluminio, que debían ser usadas en el depósito de una de las etapas previas de tratamiento y que se vertieron por error en las canalizaciones donde estaba el agua potable destinada a la población. Durante cinco días el agua de grifo tuvo concentraciones de aluminio muy por encima de lo normal. Los habitantes sufrieron náuseas, cefaleas, diarrea, vómitos y úlceras en la piel, entre otros síntomas.
Hasta ahora se ha considerado que el aluminio, en las cantidades que se toma, es un compuesto relativamente inocuo. De confirmarse nuevos resultados similares al trabajo de científicos, y de confirmarse que el consumo crónico tiene consecuencias, podrían replantearse nuevas vías de prevención a través de la limitación de su consumo. Un consumo que hasta ahora se ha calculado que es bajo.
Aunque algunos investigadores afirman que muchos productos contienen una cantidad de aluminio significativamente mayor si se compara con las cifras de consumo tópico que dan muchos estudios y que están entre 3 y 12 miligramos diarios. Ejemplo:
*Pizza casera: entre 0.03 y 0.09mg de aluminio. *Pizza congelada: hasta 14mg de aluminio.
El fosfato ácido de aluminio y sodio, que se usa en harinas preparadas, está presente en numerosos productos de bollería y similares. Algunos de estos productos de bollería y congelados incorporan las cantidades más elevadas: hasta 180 miligramos de aluminio por ración, según advierten investigadores americanos.
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